sábado, 18 de septiembre de 2010

La vida eterna

La vida y la muerte son conceptos paradójicos que el ser humano gusta de explorar. No podemos disfrutar la vida sin saber que la muerte espera cautelosa, a ponerle fin a nuestros días.
El placer y la libertad, tienen que ir siempre de la mano, sino, vivimos un engaño eterno.
 ¡Vivamos siempre al límite!. La vida es hoy.




¡Malditos años!


¡Malditos días!




LA VIDA ETERNA

    En medio de la oscuridad de una caverna, encadenado, desnudo y sólo. En eso se había convertido la vida de Alejandro. Desde ahí sólo alcanzaba a percibir la luz a la salida de la cueva. Todos los días abría los ojos sólo para recordar los viejos tiempos de libertad. Su memoria más preciada era ese día en que rió como un niño acompañado de su alma gemela Daniela, a quién días después dejó de ver.

    Cuando niño, Alejandro era feliz. Sus padres lo amaban con la ternura más dulce jamás vista en este mundo. Su papá Gabriel y su madre María, lo recibieron en brazos un 15 de Agosto al anochecer. Aunque parezca sorprendente, Alejandro recordaba algunos sucesos de aquel día, podía ver en su memoria el preciso instante en que el doctor le provocó el llanto con la típica nalgada que lo despertó al mundo del hombre; un mundo nuevo y maravilloso para sus inocentes ojos. Ese día el mundo gritó de alegría, al menos el mundo de los Marquez, su familia. Todos los integrantes del linaje esperaban a poder cargarlo. Alejandro fue concebido en un ambiente de amor puro.

   Su infancia fue, sin duda, memorable. Creció en el calor de una familia llena de amor por la vida. Vivió sus primeros años en la casa de sus padres, ubicada en Coyoacán, México. Ahí lo acompañaban (además de sus padres) su abuelo  paterno y su tío por parte de su madre. El recinto era una construcción hermosa, tenía un jardín lleno de pasto, flores y árboles frondosos, en la parte trasera. Por el frente, el sonido del agua se hacía notar, gracias a la fuente que se ubicaba justo a unos metros de la entrada principal. El decorado interior de la casa era algo extravagante, ya que sus padres eran artistas de vanguardia, así que abundaban los cuadros surrealistas pintados por su madre y, los afiches de películas dirigidas por su padre. Una biblioteca enorme, llena hasta el tope de libros, ya sean enciclopedias o novelas y cuentos para niños, vio crecer al pequeño Alejandro, gracias a que desarrolló una gran curiosidad por las letras, y solía pasar horas enteras encerrado en esa habitación. El primer libro que leyó fue "El Principito", y a partir de ahí su creatividad jamás conoció el límite.

   Cuando ingresó a la escuela primaria, Alejandro ya sabía leer y escribir a la perfección, por lo que el estudio jamás fue un problema para él. Era querido por sus profesores, y admirado por sus compañeros, ya que además de ser un niño prodigio, destacaba por ser una persona de gran corazón y alegre por naturaleza. Gustaba de participar en clases y organizar juegos con sus compañeros.

   En una ocasión su madre viajó a Los Ángeles, a hacer una exposición de sus obras, y decidió llevar al pequeño Alejandro con ella. A sus 13 años jamás había salido de México, de manera que descubrió un mundo totalmente diferente al que había imaginado. Conoció artistas de vanguardia, amigos de sus padres, costumbres diferentes y despertó su amor por las mujeres, al conocer a Sarah, una pequeña de su misma edad, hija de un productor de cine independiente. Su encuentro fue casual, se empezaron a hablar porque estaban aburridos del mundo de los adultos. (Alejandro, como mencioné antes tenía una facilidad increíble para las letras, por lo cual a su corta edad era ya completamente bilingüe.) Primero se hablaron para ir a jugar x box en una de las habitaciones del hotel. Mientras jugaban, comenzaron a sentir el hormigueo del romance, y dejaron a un lado el videojuego para conocerse mejor. Compartieron risas y abrazos, en un juego inocente de seducción. Alejandro tomó la mano de Sarah, la miró a los ojos y le dijo, sin rodeos, - me gustas mucho, a lo que ella respondió - tu también me gustas mucho. Acercaron sus labios como lo habían visto en las películas y se besaron tiernamente. Sintieron por primera vez en la vida el amor. Alejandro se enamoró perdidamente de Sarah, para él en esos momentos, no existía mujer más bella que ella. Había entregado su corazón a esos ojos azules que lo miraban llenos de inocencia y melancolía. Se besaron y abrazaron durante horas hasta quedar dormidos tomados de la mano.

  Despertaron al día siguiente juntos, platicaron un rato, hasta que llegaron los padres de Sarah buscándola para irse del lugar. La fiesta había terminado a las 10 de la mañana del día siguiente, algo a lo que ambos estaban habituados debido a los compromisos sociales de sus respectivos padres. Alejandro lloró al verla marchar, justo antes que ella atravesara la puerta, cruzaron miradas y sonrieron. En ese momento supieron que jamás volverían a verse, pero su corazón guardaría ese recuerdo por siempre.

   Al regresar a su casa en Coyoacán, Alejandro escribió poemas pensando en su amada, mismos que mostró a su padre emocionado y, éste los miró con ternura y le dijo: - "Hijo mío, me siento orgulloso de tu corazón, sin duda eres hijo de tu padre, romántico y de corazón puro, sigue escribiendo, puedes llegar lejos". Alejandro sintió gran orgullo, siempre se sentía importante cuando su padre aprobaba sus actos. En los días siguientes llenó todo un cuaderno de poemas dedicados a su niña.

    Cuando cumplió quince años de edad, Alejandro decidió hacer una fiesta en su jardín, así que invitó a todos sus amigos  para celebrar y, claro, como era de suponerse para ese entonces ya conocía los vicios del alcohol y el cigarrillo. Gustaba de beber y fumar, aunque nunca había sufrido una gran borrachera, porque pensaba que era estúpido beber para no recordar; el bebía para recordar con satisfacción las noches de parranda.
  
    Esa fiesta fue memorable para él. Al caer la noche comenzaron a llegar los invitados, algunos traían regalos como discos, libros, ropa, botellas, etc, pero eso no era lo importante de esa noche. Alejandro era oficialmente un joven adolescente, por lo cual las hormonas dominaban su pensamiento. Esa noche iba decidido a perder su virginidad. El día anterior tuvo una plática con sus padres respecto a su sexualidad, en la cual le hicieron saber la responsabilidad que viene con el placer. Siempre tuvo plena confianza en sus padres, por lo que ellos sabían perfectamente sus intenciones y le regalaron su primer paquete de condones, le aconsejaron sobre seducción, sin olvidar mencionar que el sexo siempre será mejor si se practica con alguien a quien ame profundamente. Comprendió lo que sus padres le quisieron transmitir, lo pensó toda la noche y se decidió por hacerlo.

   La chica que le gustaba se llamaba Vanessa, tenía dieciseis años de edad, la había conocido en el colegio y desde que la vio la quiso para él. La primera vez que le habló, se acercó lleno de miedo, pues pensaba que ella era la chica más bella que jamás hubiera visto. Vanessa era una jovencita alta, rubia de ojos azules y un cuerpo desarrollado. Era de las chicas populares de la escuela, y él formaba parte de los "rockeros", grupos aparentemente antagonistas, pero que se admiraban mutuamente. Alejandro había recibido lecciones de guitarra desde muy pequeño, y a los catorce años formó su primera banda, que tocaba covers de canciones de los Beatles, los Rolling Stones e incluso Lenny Kravitz o Wolfmother, y con la cual iba a presentarse esa noche, por primera vez ante público que no fueran sus padres.

   Mientras la fiesta iba creciendo, las botellas se iban vaciando y el ambiente mejoraba, Alejandro coqueteaba con Vanessa, quien respondía de manera notoria a sus caricias y juegos. Para ese entonces Alejandro ya había bebido una cantidad considerable de cerveza y empezaba a sentirse ebrio. Así que reunió a su banda y comenzaron a tocar. El público coreaba las canciones, mientras se armaba el slam, decidió dedicar una canción a Vanessa. La canción se llamaba Are you gonna be my girl? de Jet, esa fue su declaración de amor a Vanessa, quien al escuchar la dedicatoria se sonrojó y miró tímidamente a la banda. Cuando terminó la canción, Alejandro caminó hacia ella, sonrieron juntos y la besó. Todos en la fiesta observaron la escena y algunos rieron, mientras que otros aplaudieron. Ellos se besaron sin importar nada.

   Las bebidas seguían fluyendo, pero Alejandro ya no quería beber. Necesitaba gozar de sus cinco sentidos para disfrutar el momento. Platicó un largo rato con Vanessa, mientras se besaban y se acariciaban, la seducción empezó a subir de tono, por lo que la invitó a su habitación, Vanessa aceptó la invitación y subieron juntos las escaleras hasta llegar a su cuarto. Cerraron la puerta con seguro, apagaron las luces y comenzaron a besarse apasionadamente y sin pudor. Lentamente, se despojaron de sus ropas hasta quedar completamente desnudos. Alejandro estaba impresionado, era la primera vez que tenía una mujer desnuda ante sus ojos, e igual era la primera vez que se desnudaba ante una mujer como ella. Acariciaron sus cuerpos, mientras descubrían juntos el sexo, hasta que Vanessa le confesó al oído:

 - Soy virgen, ¿sabes?.
- No te preocupes, yo también. Pero me gustas mucho, en verdad, y me gustaría perder mi virginidad contigo.
- A mi también me gustas mucho, pero me da miedo... vamos a hacerlo despacio, ¿te parece?
- ¡Claro!
- ¿Tienes condones?
- Sí, aquí están.- Sacó un condón del cajón de su escritorio. Abrió la envoltura y lo colocó cuidadosamente en su falo.
- Eres hermosa Vanessa, creo que eres lo más hermoso que he visto en mi vida.
- Gracias, eres muy lindo, ¿sabes? nunca había conocido a alguien tan tierno como tú.
- ¿Estás lista? - preguntó nervioso.
- Sí, hazlo.

   Y así fue como Alejandro descubrió el placer sexual. Amó con todo su corazón a Vanessa y juntos hicieron el amor por un largo tiempo, exploraron sus cuerpos, intentaron posiciones, incluso rieron ante la ridiculez de su ingenuidad.

   Más tarde esa noche la fiesta terminó, Vanessa regresó a su casa en compañía de sus padres y sintió en su corazón una gran alegría. Alejandro, por su parte durmió con una sonrisa de satisfacción, esa noche había dejado la inocencia atrás.

    Al día siguiente, Alejandro compuso una canción de amor para Vanessa, con la cual pretendía hacerla su novia. Se engalanó con sus mejores ropas, peinó su larga cabellera, tomó su guitarra y partió hacia casa de Vanessa. Una vez fuera, llamó a su celular para pedirle que saliera, ella sorprendida, corrió a la puerta de entrada, él comenzó a tocar su canción, después la miró a los ojos y besando sus manos le preguntó: '¿quieres ser mi novia?'. Ella, emocionada, nerviosa y enamorada contestó: ¡¡Sí!! Juntaron sus cuerpos una vez más, y se besaron. Ambos fueron felices por un largo tiempo como novios. El romance duró tres años.

... continuará.

1 comentario:

Alejandro Merino Fuentes dijo...

Un texto muy bien logrado, sin faltas de ortografía.

Puede pulirse mucho más, pero en principio está muy bien hecha.

¡Felicidades, Juancho!