domingo, 27 de noviembre de 2011

Junio.

Han pasado meses ya, o ¿han sido años? 
No lo sé. ¿Quién cuenta?
El tiempo se va, pero no borra las heridas. 
No cambia nada. Sigo igual.
Derrotado. Sin fuerzas.
No. Mentí. No sigo igual, estoy peor.

Odio en lo que me he convertido.
No me reconozco.
Se fue mi orgullo, mi arrogancia.
Soy sólo un siervo.
¿Dónde quedó mi reino?

A veces me inunda la desesperación,
la angustia se apodera de mi.
Sufro porque se nos acaba la eternidad.
¿Dónde estás?
Grito porque no te distingo en la oscuridad.

¿Qué importa ya, si todo lo intenté?
No pude remediar mis errores.
No fui suficiente.
Te fui, me fuimos.
Sólo quedan los recuerdos 
y estas noches sin dormir
que dejan su rastro en las arrugas bajo mis ojos.

¡Qué caro me tocó pagar mis errores!

¡Qué poca misericordia tuvo el destino!

Dicen que lo que no mata, te vuelve más fuerte.
Seguramente esta tristeza será mi lección
pues la cicatriz quedará por siempre.
Algún día volveré a sonreír, algún día.
Sólo necesito sacarte de mi corazón.

Pero qué dulce agonía.
¡Qué hermoso dolor!
Tan grande como mi alegría
comparable con aquellos días de gloria.

Te regalo mi sonrisa,
que sin la tuya es invisible.
Te regalo mis manos, 
que sin poder sostener las tuyas son inútiles.
Te regalo lo mejor de mi,
mis mejores líneas, mis mejores creaciones,
mis mejores trabajos, mis mejores errores.
Pero sobre todo, llévate esto:
Mi más grande arrepentimiento,
el mejor intento por remediar el mal hecho.

No lo vuelvo a hacer por nadie,
pues me quedo sin nada.
Lo único que conservo es
la satisfacción de saber que 
por primera vez lo di todo.

Ten, ten todo de mí.











jueves, 10 de noviembre de 2011

1.0

He sido capaz de enfrentarme a críticas, regaños y burlas. Nada de esto importa, es más, nada me importa. Si por mi fuera, vencería a mil ejércitos, cambiaría el destino, conquistaría al mundo.

¿Pero para qué?

Estoy perdido, amigos. Hundido en un pozo que cabé con mis propias manos. Esta vez no tengo escapatoria. No sé cómo salir de aquí. Sin éxito alguno, he intentado trepar las paredes, se me han desgarrado las uñas, ya no tengo fuerzas. Lo he perdido todo.

Tal vez no será tan malo quedarme aquí abajo por un tiempo. Al menos descubrí mi fortaleza. Mi problema no son los juicios, mucho menos las críticas. La opinión pública no es algo que me afecte, ya no.

Aquél hombre orgulloso y arrogante, murió. Se suicidó, tiró la toalla. Ahora sólo quedan los restos de lo que alguna vez fue un imperio de felicidad, libertad, lujuria y excesos.

Muchos dirán que estoy mal, otros tantos dirán que soy un pendejo, que estoy ciego. Mi problema no es que no vea, mi problema es lo que veo. Todavía hay esperanzas en mí. No ha llegado el día de mi derrota, probablemente jamás llegará. Siempre despierto con una sonrisa, por lo que fue y lo que podría ser.

Pero no cambia nada. Sé que lucho una guerra que ya perdí. Una guerra que yo provoqué y que no fui lo suficientemente bueno para remediar.

Es duro saberse encerrado, es muy difícil verse rodeado de nada. Cuando más los necesitas, aquellos que pensaste leales, se van. Huyen cuando hay problemas, cuando no les gusta lo que ven en ti. Les escupo, amigos. Porque eso es cobardía.

El amor es lo más fuerte, puede mover montañas, crear vida. Y eso, amigos, es lo único que tengo. Ya no hay egoísmo, ya no existe la maldad. No quedó nada de eso, lo aniquilé. Pues este infierno empezó precisamente por eso y jamás lo olvidaré. El amor, es todo lo que me queda, es lo único que puedo dar.

Resulta curioso que personas  que (crees que) conoces de hace mucho tiempo se convierten en los seres más extraños en cuestión de segundos, y aquellos que acabas de conocer se vuelven tus confidentes, tus fieles compañeros.

Más extraño resulta que puedes llegar a sentir una fuerza increíble en el pecho por alguien, una fuerza que te impulsa a despertar, a creer en ti. Y eso, amigos, nos trae de vuelta al obstáculo 1.0.

Espero que algún día cambien las cosas. No soy fatalista, ni mucho menos. Pero a este pozo en donde me encuentro cada vez le llega menos luz.

No me rendiré, es una promesa. Sigo adelante, aunque me duela la vida, aunque me tiemblen las rodillas, aunque mi corazón se enfríe. Camino, paso a paso. Me construyo una ruta para trepar. Ojalá que el día en que por fin vuelva a ver la luz, sea por que tú estás ahí, esperándome con una enorme sonrisa y me digas: "esa mala racha terminó, es hora de sonreír".