miércoles, 20 de julio de 2011

Día 1

En el cruce de Obrero Mundial y  fue donde la vi. Era la mujer más hermosa del mundo, lo juro por Dios. Sé que es muy cliché, pero me gustaría que lo entendieran, queridos amigos. Iba manejando hacia mi casa, escuchaba la radio mientras fumaba un cigarrillo Marlboro gold, no esperaba nada. Era una simple rutina, todos la vivimos. Manejaba mi Cadillac Diablo, un auto viejo, sin otra cosa en la mente que la idea de llegar a casa para acostarme en la cama a ver películas. En la radio sonaban los New York Dolls, todo era simple. Pero cuando me detuve en el tope y giré la cabeza hacia la derecha, la vi.

Se veía tan linda, tan perfecta. Sus ondulados cabellos negros se movían con la fuerza del viento, su piel blanca hacía un cuadro perfecto para sus ojos cafés, era perfecta. El momento duró sólo unos segundos, porque, no pasaron ni 10 segundos y ya me estaban tocando el claxon para que avanzara. Así que me puse en marcha, pero mis ojos la seguían por el espejo retrovisor. Era hermosa, la mujer perfecta.

Nunca me han gustado las rubias, ¿saben? Y creo que eso es raro y más en México. Aquí más del 80% de la población babea cuando ve pasar alguna rubia, a mi me dan igual. No me interesan. Tal vez son mis ideas pretensiosas de rechazo ante la belleza estereotípica hollywoodense, no importa. Sólo quiero revelarles el por qué quedé tan impresionado de esa chica y con sólo 10 segundos.

Seguí mi camino sin poder dejarla de pensar. Llegué a mi casa, queridos amigos, tomé una cerveza indio bien fría y me acosté a ver la televisión. No me podía concentrar. Mejor salí al balcón a fumar un cigarrillo, me tranquilicé un poco, pero seguía pensando en ella. Decidí que era estúpido obsesionarse por una perfecta extraña a la que probablemente nunca le hablaría. ¿Cuáles eran los probabilidades de volverla a ver? y más aún, si pasaba, yo estaría conduciendo en mi carro, sería ridículo detener el tráfico para hablar con ella. Así que decidí olvidarla. Leí hasta quedar completamente dormido.




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