martes, 11 de enero de 2011

De regreso.

Soy pobre y no me da pena admitirlo.
Pobre de aspiraciones, pobre de espíritu, podre de identidad... en fin, creo que entiendes.
No aspiro nada, porque soy lo que quiero ser.
No quiero ser un Católico bondadoso que habla de la Biblia como si fuera la verdad absoluta, decido parafrasear a Sócrates declarando LA gran verdad del mundo: "Yo sólo sé, que no se nada"
No tengo identidad, ni nombre, ni cuerpo, ni rostro.

Soy el escupitajo en la frente del papa.
El mojón en el escritorio del presidente.
El dildo en el culo de Obama.

No quiero ser como tú.
Ni como nadie, ¿sabes?
No existe ningún modelo de persona que me interese.

No uso máscaras para luchar. Simplemente no lucho.
No escondo nada. No tengo bolsillos dónde ocultar armas secretas.

Soy la soga que asfixia al pederasta.

No trato de pertenecer.

Soy la droga que aspiras para poder soportar la realidad.

No me mires, podrías encontrar en mis ojos la oscuridad más absoluta.

No tengo posesiones valiosas, más que estas palabras que salen de mi mente. Y eso me convierte en el hombre más afortunado. No necesito nada más.

Diablo.

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