jueves, 16 de diciembre de 2010

Vida.

PRIMERA PARTE:

Sentado, solo en un rincón de un bar, fumando marihuana y bebiendo cerveza de un tarro. Así lo vi por primera vez. Me le acerqué para pedirle un porro. Al caminar hacia él empecé a percibir la energía sobrenatural que emergía de su persona, hice caso omiso y seguí caminando. Llegué a estar a escasos treinta centímetros de distancia de su rostro, cuando le pregunté: -¿Me das un fume?.

Él volteó con su cara llena de rabia, tal vez pensó que era un policía, o algo así. Me examinó de arriba a abajo durante un instante, y por fin contestó. - Fuma, pero es muy fuerte. ignoré su advertencia y le di una enorme bocanada a la pipa. Comenzamos a platicar primero sobre drogas y los efectos que nos habían provocado. Sinceramente mentí un par de veces porque no soy un entusiasta de las drogas, en lo personal creo que son para maricas. Prefiero mil veces el alcohol, me ayuda a perder el miedo a actuar.

Después de platicar unas horas, lo invité a casa de un amigo ilustrador. Cuando llegamos al lugar los dos estábamos completamente intoxicados, él por la mota, yo hasta la madre de alcohol. Entramos al lugar intentado pasar desapercibidos, pero nuestra torpe manera de caminar nos delataba, aunque, bueno, después de un rato el resto de la gente terminaron igual que nosotros, así que no importó. Platicamos, y platicamos, aparentemente teníamos muchas cosas en común, por ejemplo, nuestros padres habían sido unos hijos de puta, nuestras madres unas santas y nosotros unos cabrones. Hasta ese día no había conocido jamás a una persona tan parecida a mi, era un poco espeluznante. La platica fluyó, hasta que frente a nosotros pasaron un par de hermosas ninfas, los dos las vimos pasar sin pronunciar una sola palabra, cruzamos miradas, y sin necesidad de comunicarnos entre nosotros, fuimos tras ellas.

Les ofrecimos salir al jardín de la casa para fumar un tabaco. Cada quién tomó a su chica por la cintura y nos las llevamos a un lado para intentar follar. Conversé con mi chica un rato, creo que su nombre era Katy, no sé, la verdad no presté atención a lo que decía, todo el tiempo pensaba en tirármela. Como sea, ambos nos veíamos con ojos de lujuria, hasta que un tipo borracho pasó atrás de mi y me empujó, se rompió la tensión sexual. El empujón me tiró a sus brazos y pude sentir sus pechos con mi hombro, la tomé de la cintura y la besé. La excitación era tal que nos escabullimos a una bodega al fondo del jardín. Entramos sigilosamente para investigar si no había nadie ahí dentro, aparentemente estábamos solos. Mientras besaba suavemente su cuello, la conduje a una pared y froté mi falo en su culo. Ella volteó su cuerpo hasta quedar cara a cara, me despojó del cinturón, desabotonó el pantalón y bajó mis boxers; tomó mi sexo entre sus dedos y empezó a masturbarme. Lentamente se puso en cuclillas y me practicó sexo oral. Mi excitación era tal que pensé que iba a correrme enseguida, pero logré controlarme. La dejé seguir durante un tiempo, pero de pronto escuché ruidos del otro lado de la bodega, le pedí que se detuviera y que guardara silencio. Con la agudeza de un gato escuché, y sí, había alguien ahí. Pregunté, temeroso. - ¿hola?... y escuché voces, repetí la pregunta, pero esta vez respondieron. - ¿quién anda ahí?. Rápidamente me subí el pantalón y encendí la luz del recinto, todo para encontrarme con que Ernesto, el hombre que conocí en el bar (creo que olvidé mencionar su nombre) estaba tirado en el suelo, follando con su mujer. Reímos por un rato ante tan ridícula situación, apagamos la luz, de nuevo y follamos de lo lindo.

Después de tan lujuriosa actividad, salimos del lugar juntos los cuatro, fuimos por más cervezas, Ernesto me apartó de las chicas y huimos. No queríamos estar con ellas toda la noche. Así que nos fuimos de la fiesta en mi auto, donde le pregunté: ¿Dónde te dejo?. - ¿Hacia dónde vas?, preguntó. - Voy hacia polanco, ahí vivo. - ¡Ah, que bien! Yo vivo en Anzures, te queda de paso.

Conducimos tranquilamente por la Ciudad de México, la cual por las noches se transforma en una ciudad distinta. Las calles están vacías, pero las avenidas llenas de automóviles, seguramente personas que vienen, o van a una fiesta. Llegamos a su hogar, era una hermosa casa de arquitectura gótica, noté inmediatamente un enorme pentagrama encima del marco de la puerta principal. Intercambiamos teléfonos, y partí a mi apartamento.

Al día siguiente, desperté pensando en su casa, parecía una iglesia de la época medieval, llena de simbolismos, e irradiando magia. Me parecía fascinante, decidí darme una vuelta por ahí, sólo para observar con detalle la construcción. Al llegar me estacioné en la acera de enfrente y bajé de mi carro. Seguro parecía turista, o un idiota viendo la casa, pero no me importó, volví a observar aquél pentagrama, sin notarlo, caí en una especie de hipnosis, no podía dejar de ver aquél símbolo. Mi atracción era irremediable. Volví al mundo real cuando escuché el claxon de un auto, por un instante pensé que estorbaba, así que subí a mi carro. Al mirar en espejo para ver que no le pegara a nada, note una figura que bajaba del carro que me había bocinado. Esperé a que llegara a mi para ver qué quería, cuando me di cuenta que se trataba de Ernesto. Me saludó sorprendido, me preguntó qué hacia ahí. Le confesé que su casa me había causado una gran impresión.

SEGUNDA PARTE...

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