lunes, 15 de noviembre de 2010

Cuentos Cortos.

Aquel día pensé en tus ojos, y se me iluminó el camino. De pronto me encontraba en medio de un paisaje hermoso, era un campo lleno de flores y pasto verde. Ahí, en medio de tanta belleza, se postraba una iglesia con una inmensa cruz sobre ella.
 Entré a ese extraño lugar para entender porqué la cruz. Una vez dentro percibía un olor molesto, olía a odio. Allí decenas de practicantes escuchaban el sermón de un hombre vestido con ropas ridículas, quien escupía enunciados llenos de odio. Todos escuchaban con las cabezas agachadas y asentían a todo lo que aquel hombre decía sin siquiera cuestionarlo. Caminé dentro de aquellos muros que mostraban pinturas del sufrimiento de un humano, al cual lo azotaban y coronaban con una corona de espinas. Me pregunté, ¿por qué habrían de exponer esas imágenes?, ¿Será acaso que intentan hacer sentir responsables a los demás por su sufrimiento? o, tal vez intentan fomentar el odio contra todo aquel responsable de sus pesares.

 No importaba, quería huir de ese lugar en cuanto antes, pero en mi huida noté una especie de cubiculo, donde había dos personas, una de ellas iba ridículamente vestida y la otra parecía consternada, mientras le relataba una a una las anécdotas de diversión que parece había tenido. El sujeto del disfraz escuchaba metódicamente mientras se tocaba bajo sus pantalones y pedía que le "confesara" más cosas.

Huí despavorido de ese lugar del diablo, corrí a lo más alto de la colina donde por fin me sentí seguro. Cerré los ojos y le recé a Dios, para que me protegiera de toda esa gente lunática, que sólo se dedicaba a sembrar el odio y a pedir dinero a sus practicantes. Respire hondo y me sentí más vivo que nunca, nada malo podría pasarme, Dios está conmigo, el podrá protegerme de la gente que acude a esas "iglesias".

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