sábado, 14 de mayo de 2011

Monólogos.

Me incomoda la compañía de los demás. Desde siempre he sido así, retraído. Cuando los demás niños se juntaban a jugar entre ellos, yo los miraba desde lejos, sin acercarme. No es que sea una persona arrogante, que crea que no necesita de los demás, simplemente no está en mi naturaleza. Aunque también he llegado a pensar que existe algo en mi que es demoniaco, maligno. Creo que mi corazón es negro como la noche. Me gusta pretender que no es así. Pero no lo puedo ocultar.

 Es como si estuviera rodeado por un alambre de púas, cuando alguien se acerca, lo lastimo. Nadie ha logrado penetrar esa barrera... o tal vez sí. Está bien, lo acepto, fueron dos personas. Dos personas que marcaron mi vida para siempre; dos personas que me hacían muy feliz; dos personas que amaba con todo mi ser... dos personas que son felices sin mi. Creo que es lo justo, sufrir.

Es un ciclo que no logro concluir, ¿sabes?. Nunca he tenido estabilidad emocional. Jamás.


escena.1.

Ahora me siento en este trono carnal, vicioso. Ahora represento el poder, la avaricia. Desde aquí el mundo se ve jodido. No distingo caras, no escucho voces. Soy la voz de la lujuria, de la carne, del sexo. Soy el cuerpo y no el espíritu. No conozco a ningún dios. Yo sigo a mis instintos. No pienso, existo. No soy, hago.

Cuando miro mi reflejo en el espejo veo lo que alguna vez odié.

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