sábado, 18 de febrero de 2012

Todo. Nada. Algo.


Todo.
*Caminan juntos por la calle. Es de noche y hace frío. Él la mira cada vez que puede. No puede contenerse. En su rostro encuentra la felicidad. Ella…*
- ¡Qué pinche frío hace!.
- Ya sé. Te dije que te trajeras una chamarra y no me hiciste caso.
- Pues ya no importa. Ya estamos aquí.
- ¿Quieres mi chamarra?
- Pero te va a dar frío.
- No importa, prefiero yo tener frío a que tú te estés congelando.
- No, me sentiría culpable.
- Y yo me sentiría mal. Sólo póntela, ¿sí?.
- Bueno…
- ¿Ves? seguro ya no tienes tanto frío.
- Ya estoy mejor, gracias.
*Él muere de frío, tiembla todo su cuerpo. No lo demuestra. Quiere hacerse el fuerte, por ella. Y, a pesar de esto, se siente bien. Le gusta ver que ella esté feliz, que no le falte nada. Si ella está bien, él está bien. Así de simple. Ella…*
- ¡Tienes cara de tonta!
- Jajaja. Quisieras. Bien que te gusto.
- Pues…pues sí. 
- ¡Cállate!
- Me callo, pues.
- No te calles, tonto. Es un juego.
- Tan tonta.
- Tú eres el tonto.
- Oh, sí que lo soy.
*Él toma su mano. La acaricia. Es la piel más suave del mundo. Al tocarla piensa cuánto le gustaría que esos dedos rozaran su piel. La mira a los ojos y le planta un beso en la mano. Ella…*
- ¿Por qué lo haces?
- ¿Por qué hago qué?
- Todo, todo lo que haces por mi.
- Pues, no sé. Me nace.
- Sí, pero… ¿por qué? yo no hago nada para merecerlo.
- No tienes que hacer nada. Además, no es como que puedo evitarlo. Me gusta hacerlo. No hay nada que me haga más feliz que verte feliz. Y si puedo ayudar en algo, lo haré. Siempre.
*Le da un beso en la frente, deseando que fuera en sus labios. Pensando cuánto la quiere. Sueña con caminar tomando su mano. Ella…*
- ¿Quieres un cigarro?
- ¡Sí!
- Toma.
- Ya me tengo que ir, es tarde.
- Mmm… ok.
- ¿Qué tienes?
- Nada.
- ¡Dime!
- No quieres saber.
- ¿Por qué no?
- Es sobre ti…
*La mira a los ojos, sonríe. Siempre pasa lo mismo. Cuando la mira fijamente, sonríe. Para él, ella es simplemente la creación más bella de la vida. Ella es su musa y él el artista que escribe sobre ella. Ella es su cielo estrellado y él un lobo que aulla. Ella…*
- ¡Muchas gracias por todo!
- Gracias a ti.
- Nos vemos.
- Te quiero, eh.
- Y yo a ti.
Beso en la mejilla.
*Él le abre la puerta, baja del auto y espera a que entre a su casa. Sus miradas se encuentran y se sonríen. Él la mira. Suspira. Sube a su auto de nuevo. La extraña. Ya quiere estar con ella, otra vez. Ella…*

Nada.
Salí temprano del trabajo. Le dije a mi jefe que tenía que llevar a mi abuela al doctor y que sólo yo podía hacerlo. Por supuesto, mi abuela está bien, pero el jefe no debe saberlo. Uno no puede andar por la vida diciéndole la verdad a sus jefes. Más que nada porque…pues porque uno quiere comer. Está padre tener comida en la alacena. 
Les decía, salí del trabajo. Caminé tres cuadras hasta llegar al metro. Bajé las escaleras corriendo, compré mi boleto y pasé los torniquetes. Mientras avanzaba hacia el anden, jugaba a no pisar las líneas del suelo. Estaba muy emocionado. 
El tren del metro llegó, por fin. Como era de esperarse estaba llenísimo. Así que recurrí a mis instintos guerreros y me abrí paso entre la multitud para lograr entrar. Conseguí un espacio de 30 x 20 cms. Justo en medio de un señor de edad avanzada con un terrible aliento y una mujer cuarentona que, al perecer, iba de muy mal humor porque aprovechaba cualquier oportunidad para mirarme con desprecio. Yo la ignoraba. Pensaba “pinche vieja amargada”. Además, sólo tenía que avanzar tres estaciones.
Después de 10 minutos que, entre arrimones, malos gestos y un olor a podrido, parecieron 40, logré bajar. Para esto use toda mi fuerza. Tuve que empujar a tres personas para bajar. Lo siento. Pero así es la vida. 
Caminé rápido para salir del inframundo. Corrí escaleras arriba y volví a ver luz. - ¡Qué alivio - Miré el reloj, eran las 4 de la tarde. Todavía tenía tiempo. Camino hacia mi casa, me di a la tarea de observar todo a mi alrededor. Es de esas cosas que deberíamos hacer más seguido. Uno nunca sabe lo que se pierde del mundo por ir pensando en sus problemas y achaques. Aunque, para ser honestos, no me llevé ninguna sorpresa. Sólo gente caminando, apurada. Carros siendo conducidos como si todos fueran enemigos. Ya saben, lo de siempre.
Abrí la puerta de mi casa, me limpié los pies en la alfombra que decía “welcome” y cerré con llave. Di unos pasos y aventé las llaves en la “cosa de las llaves”. Caminé hacia el refri, abrí la puerta y tomé una chela. Eran las 4:15. Todavía tenía tiempo. Decidí encender un cigarro y tomar mi cerveza antes de arreglarme. Trago tras trago, bocanada tras bocanada, me ponía más nervioso. No era la primera vez.
Tomé la mitad de la cerveza de un trago para ahorrar tiempo y embriagarme un poco. Tal vez lo necesitaba. Entré a mi cuarto y escogí la ropa que me iba a poner: unas botas cafés, jeans negros ajustados, cinturón café y una camisa de botones negra. Me coloqué mi reloj dorado en la muñeca izquierda y me miré al espejo. Puse un poco de gel en el cabello, me bañé en loción, oriné mientras silbaba y salí del apartamento. Subí a mi carro, prendí el motor. En el estereo traía el disco de Noel Gallagher. Me puse muy de buenas.
Mientras la puerta se abría, pensaba en qué le diría. Me sentía muy nervioso. ¿Qué tal que dice que no? ¿Qué voy a hacer?. Evitaba pensar en ello. Uno no puede andar por la vida pensando en el fracaso. Como sea, manejé a prisa durante 10 minutos hasta que llegué su calle. Estacioné el carro en contra-esquina y caminé hacia su casa, no sin antes encender otro cigarro - por los nervios -.
Justo antes de tocar la puerta, recordé que se me olvidó su regalo. Le había comprado unos boletos para un concierto. Sabía que le gustarían, además, TENÍAN que gustarle. Me gasté mi quincena en ellos. Volví a cerrar el carro y me puse en marcha. A diez, o quince metros de la puerta de su casa, se me ocurrió hablarle. Sólo quería confirmar que estaba ahí. Así que, marqué el número, espere a que contestara. 
-¿Hola?
- Hola, ya llegué.
- ¿A dónde?
- ¿Cómo que a dónde? Pues a tu casa.
- Ah, sí es cierto. Sí, ya voy.
Ya, lo sabemos. Ustedes lo saben. Algo no estaba bien. Pero, yo venía decidido a cumplir mi objetivo. Quería decirle que fuera mía, sólo mía y de nadie más. Tenía preparado mi speech. Le diría “Julieta, me vuelves loco. Cada minuto que paso junto a ti es un pequeño regalo para mi. Eres la mujer más hermosa del mundo. ¿Quieres ser mi novia?. Así, tan fácil. Lo había ensayado frente al espejo decenas de veces. Según yo era una buena línea.
Toqué el timbre de su casa. - Voy, me contestó.
Ya no estaba nervioso. Sabía que si ella era todo lo que yo creo que es, no habría ningún contra tiempo.
Escuché el ruido que hacen sus tacones al caminar. Sentí que e corazón se me salía. Moría de ganas de verla. Me encanta esa mujer.
- Hola.
-¡Hola, qué guapa te ves, eh!
- Gracias.
- Ven, vámonos. Te tengo una sorpresa.
- No, espera. Tengo algo que decirte.
Sentí miedo. ¿Qué pasaría? Tal vez ya sabía que le iba a pedir que fuera mi amada y me iba a decir que no…
- ¿Qué pasa?, pregunté nervioso.
- Ven, pasa.
Me condujo hasta la sala de su casa.
- Ok, no quiero posponer esto. Lo diré claramente.
- Ya dime, me estás asustando.
- ¿Te acuerdas que hace poco Ernesto me dejó?
- Sí, bueno ya van 2 meses. Tampoco es como muy poco.
- No importa. Y sabes que se fue a Europa, ¿verdad?
- Sí, lo sé.
- Bueno, pues, me hice pruebas y…estoy embarazada.
-¿¡Qué!? ¿Estás segura?
- Sí. Positiva.
- ¿Y qué vas a hacer?
- No sé…seguro me odias. Seguro te vas a ir. No te había dicho nada porque no quería que te fueras. Sólo que hoy me hice los análisis. Y ya, es un hecho.
- ¿Le piensas decir algo?
- Después de lo que me hizo no quiero saber nada de él toda mi vida.
- ¿Quieres tener al bebé?
- Sí, no podría deshacerme de él.
- …
- Está bien, si quieres irte. Lo entenderé.
- No, Julieta. No me voy a ningún lado. Aquí me tienes, para lo que quieras. Nunca me voy a ir, ¿sí?.
- Te quiero.
- Julieta, tengo algo que preguntarte.
- Dime.
- Julieta, me vuelves loco. Cada minuto que paso junto a ti es un pequeño regalo para mi. Eres la mujer más hermosa del mundo. ¿Quieres ser mi novia?.
- ¿Estás bromeando?
- No.
- ¿Quieres ser mi novio aún después de lo que te dije? ¡Voy a ser mamá! ¿No te das cuenta?
- Pues ese bebé necesitará un papá, ¿no crees? Te amo, con todo lo que eres. Te amo con todas mis fuerzas y no hay nada que no haría por ti. ¿Qué dices?
*Ella…*

Algo.
- Te amo, ¿lo sabes?
- No, no lo sé.
- ¿Por qué lo dices?
- Lo puedo sentir. Hay algo diferente. Cuando me ves, ya no me miras como antes. Tus ojos no expresan lo mismo. Falta algo.
- ¡Claro que no! Te amo más que nunca.
- Puedes tratar de engañarte, pero a mi no. Sé cuando mientes.
- Dime qué ha cambiado.
- No sé describirlo. Pero algo en ti, cambió. No eres la persona que me enamoró hace tiempo. Tu risa es diferente. Tu caminar es diferente. Hasta tus gestos son distintos. A veces tengo miedo, no te reconozco. No sé quién eres.
- ¿Qué estás diciendo?
- Sé que cuando nos acostamos no piensas en mi. Sé que piensas en alguien más. No trates de mentirme, ¿sí?. Puedo sentir que ya no eres feliz a mi lado. Ya encontraste a alguien más.
- Siempre pensé que nos casaríamos.
- Al menos que quieras vivir infeliz toda tu vida, hagámoslo. A mí me tienes en tus manos. Pero, sería injusto hacerte vivir conmigo sólo por costumbre.
- Nunca nos he visto como algo rutinario.
- No es rutina, es costumbre. Tú y yo estamos acostumbrados a nuestra compañía, a nuestra forma de ser, incluso estamos acostumbrados a las peleas. Creemos que es normal. Pero no debería ser así.
- Nunca encontraré a nadie como tú.
- Y yo jamás amaré a alguien como te amé.
- Aprieta mi mano, no me dejes ir.
- Aún en estos momentos, sé que piensas en ella. Ya no tiene caso, vete. Sé feliz con ella.